jueves, 28 de agosto de 2008

DESPRECIO A UN AMIGO, A UN FIEL AMIGO

Noche. Seis y cuarenta, eso creo. Lo supongo, gracias a un pequeño coqueteo de la luna, que estaba llena y amarilla, como colgada cual globo de helio en el techo de esa casa de un piso, antigua y desolada, que estaba frente a mí. Recostado contra una vieja pared de ladrillos, ya casi a desmoronarse, y sobreviviendo al peso inminente de más de 10 años de vida, se protege el protagonista de esta historia. Viene siempre a morar aquí; al parecer, es su lugar preferido, a no ser que no tenga otra alternativa.

Yo me quedo mirándolo. No me dice palabra alguna. Permanece quieto durante algunas horas. Vigila cada paso de la multitud de transeúntes desprevenidos. Expide una mirada medio-agachada, medio-resignada. Hay crisis; tal vez lo botaron de su casa, sin alguna compasión; tal vez prefiera estar rodeado de mucha gente desconocida que lo mire, y no de poca gente que lo rechace. Se queja sin llorar, se lamenta sin expresarlo. Tiene que resignarse. Tres raspaduras en sus codos, una herida abierta y hambrienta por querer aumentar, son sus señas particulares. Yo creo, y me duele creerlo, que se encuentra en sus últimos momentos. Y es una verdad que mata.

Ladró -débilmente, pero lo hizo-. ‘Rambo’ (como le quise llamar, al ver su fortaleza), un viejo pastor alemán, se expresó. Segundos antes alguien había pisado su cola. Muchos como él son abandonados diariamente, tal vez por la catalogación que muchos les dan como ‘seres inferiores’. Es difícil comprender la falta de sentimientos que contrarresten esas ganas de creer que estos no sienten el más mínimo daño al ser echados de su casa, más aún, sin causa justificada. Sólo en Bogotá hay alrededor de 800 especies caninas deambulando por las calles. Pero el único culpable no es el descuido. Es también inquietante el sufrimiento de una mascota, aun sabiendo que no se tienen los recursos necesarios para socorrerla en sus enfermedades.

‘Nick’, otro ejemplar, pero de raza pinscher, sufrió una enfermedad renal, a raíz de esto, pudo vivir apenas 7 años. No hubo cura posible para su enfermedad. Los especialistas pronosticaron que el canino dejaría de existir dos semanas después. Como en las escrituras, se cumplió al pie de la letra. A pesar de que Nick nunca fue abandonado por sus amos, se convirtió en una situación dramática para ellos, ya que había vivido desde los 2 meses de vida en su cuidado. Dejarían de ver, sus dueños, esas graciosas manchas cafés y blancas, únicas en su especie.

¿Cuántas realidades de esas pintorescas y fantásticas no han tenido que ver con esos fieles amigos?, ¿cuántas rupturas de estereotipos no debemos aprender, gracias a los realizadores de Scooby Doo, Droopy, La dama y el vagabundo, Lassie, entre otros, que han creado historias de aventuras, amor y reconciliación en las que los perros desempeñan una función preponderante? Es necesario ver cuántos perros se prestan como detectores de explosivos, o el famoso San Bernardo, que se caracteriza (o lo caracterizan) por guiar a los perdidos en las montañas y ayudarlos a salir con vida. Así fuesen cuentos o realidades imperceptibles, son una clase distinta de humanos. Tienen su lado sensible, no los rechacemos. Carecen de pensamiento, mas no de sentimiento.

‘Rambo’ y ‘Nick’, como grandes amigos de la humanidad que pueden llegar a ser, son testigos claros de la falta de humanidad que reina entre gran cantidad de personas que habitan este planeta lleno de contradicciones, maldad, crueldad y, sobre todo, de desconsideración con seres que han llegado a ser más fieles y a dar la vida por nosotros. Ni siquiera las asociaciones defensoras de animales han logrado cambiar las mentalidades de quienes poseen o encuentran, por cosas de la vida, un animal. Al menos eso querrá decir ‘Rambo’, a juzgar por sus heridas abiertas.

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