jueves, 28 de agosto de 2008

¿ARREGLAR DESIGUALDAD CON VIOLENCIA?

Está bien que vivamos en un mundo lleno de tendencia a ser más independientes, a pensar y a hacer lo que nuestros intelectos y emociones nos indiquen, a enmarcarnos dentro de una realidad bastante propia y que, en el caso de que seamos jóvenes, queramos reflejar esa independencia aún más, pero... ¡no es para que nos andemos a los golpes para hacernos sentir!

¡Sí, es cierto! Cada quien tiene sus ideas, cada quien se quiere dar a conocer al mundo de diversas maneras; todo radica en saber, primero que todo, que tenemos puntos de vista, como ya lo dije, diferentes a los que tengan los demás. Todo confluye en el reconocimiento como humanos racionales: esto es, seres capaces de resolver los problemas de otra forma; utilizando la fuerza del interior, no la debilidad del exterior. Ocupar mente, cuerpo y espíritu en el momento adecuado y en lo que de verdad deben emplearse.

Otra cosa que pueda caber aquí es que, así como hay diferencias que con justa razón originan discusiones –discusiones, no peleas- importantes en torno a nuestros proyectos de vida, hay, sin embargo, cosas a las que no les cabe una discusión de trascendencia, como es el caso de pertenecer a una cultura urbana o juvenil. Ponerse un uniforme y diferenciarse de alguna manera, con respecto a los demás, no es lo mismo que asumir tal posición de una manera radical, armándonos ‘hasta los dientes’ y saliendo a ‘darnos duro’ con otras personas que piensan diferente -en el caso de las nacientes culturas urbanas-. La segunda opción no es de lo más lógica.

Agreguémosle que gran cantidad de estas famosas ‘culturas urbanas’, además de no nacer en Colombia, surgieron con criterios de pacifismo. Esa es otra razón de peso. Las culturas urbanas, en su mayoría, sólo fueron hechas para seguir unos estereotipos y pautas musicales. Otra cosa es que el pasar inadvertido de los tiempos las haya orientado hacia su carácter radical o, en su defecto, hacia la defensa personal en todas sus aplicaciones, incluso las violentas.

Todo esto dicho porque me asombra ver el cambio presentado a lo largo de un tiempo, en que conocidos y extraños han modificado su vestir y su comportarse hasta tal punto de ser completamente adversos a la realidad que antes les albergaba. Cierta jerga rezaría: ‘pasar de ser tímido a ser temido’, por ilustrarlo de alguna forma.

Joven: el hecho de que la etapa de independencia se aproxime, no quiere decir que los comportamientos que se asuman no sean de acuerdo a lo que la sociedad desea. Tampoco se trata, por obvias razones, de encasillarse en una tal vez aburrida y mal enseñada y/o aprendida ‘Urbanidad de Carreño’ o en un estricto ‘Manual de Convivencia’ colegial para frustrar sueños y expresiones. Los mejores caminos, sin ánimo de que esto suene como un cliché inagotable, son reconocer las diferencias y comprender que la independencia y el exceso no se mezclan. No nos tomemos a pecho el color que podamos llevar en nuestra cara: esto aplica, de manera inexorable, en todos los escenarios.

No hay comentarios: